Memoria Histórica de Altuna nº 15 Alzate y la obstinación
La utilización de nombres simbólicos en la masonería, es una práctica muy inusual en otros paises, en los que la Masonería nunca conoció momentos de persecución o en los que los periodos de prohibición de la orden fueron puntuales. En España, sin embargo, la persecución de la Masonería fue contínua y esta situación propició la aparición de esta práctica defensiva, consistente en esconder la verdadera identidad detrás de un seudónimo conocido como nombre simbólico, que se utilizaba en todas las comunicaciones evitando la aparición del nombre verdadero. Esta práctica fue especialemte utilizada en la época de la !!ª República y ayudó a la postre a salvar muchas vidas.
No sabemos a ciencia cierta quién se escondía tras este nombre simbólico en la Logia Altuna nº 15 pero conocemos lo que escribió en una de sus planchas (trabajos) que se debaten dentro de lo que los masones liberales llaman "Trabajos de Arquitectura".
Alzate
había elegido su nombre simbólico del personaje barojiano Jaun
de Alzate según propias declaraciones “más
que como modelo, como situación”. El
propio Baroja al
presentar su leyenda ya había advertido. “Tengo
más simpatía por lo pequeño, que por lo enorme y colosal” al
tiempo que añadía “nunca seré universal,
me conformo con ser de
Alzate”. Y en esta cuenca, la del Bidasoa,
aspiraba a declarar una república independiente sin moscas, frailes
ni carabineros.
Pero
lo que interesaba al nuevo Alzate
de la Altuna era el
planteamiento que el personaje había intentado dar al sentido final
de su vida “cuando no se puede empezar
de nuevo”. Y su
respuesta como la del personaje de ficción consistía en valorar por
encima de todo el propio sentido, la propia obstinación. Escribía
el hermano Alzate. “Mi
solución (mía solo en cuanto repensada por mí), es la de Goethe.
la de que la vida existe para ser vivida, y solo lo será
verdaderamente cuando desvirtuemos la incongruencia que existe entre
eso que Ortega llamó nuestro fondo insobornable, y el medio
ambiente, al que más o menos cómodamente nos hemos ido adaptando.”
Esta nueva actitud dinámica frente a la inercia de vivir era la
aportación a la reflexión del taller que traía el nuevo
Alzate.
Pero
el masón de la Altuna iba más lejos al cuestionar los patrones que
había recibido “Yo como vosotros he
recibido del medio ambiente en el que me he formado, un conjunto de
creencias, ideales, preferencias, antipatías etc. , que han
constituido durante años algo así como una norma, una dirección y
un punto de apoyo en la vida. Pero llegó un momento en el que me di
cuenta de que aquellas preferencias no me satisfacían, que acaso
fueran buenas para los que me las transfirieron pero que aquellas
verdades no lo eran para mí, ni los ideales, ni sentía admiración
por lo que otros antes que yo admiraron; en resumen que aquello que
dio sentido a la vida de los que me educaron, no me servía a mí
para dar sentido a mi propia vida.”
Cuando
ingresaba en la masonería, la mejor
escuela de autoconocimiento, le
impresionaba al nuevo Alzate comprobar su propia reflexión
escuchada entre los muros amplificadores de la Logia en su propia
defensa y comprensión. Tenía una misión que el mismo se daba,
para tratar de llenar aquella “botella
vacía” con él mismo, y no desde modelos
prestados. Desarrollarse dentro de sus propias costuras y consolidar
las de sus hermanos masones.
El Alzate
donostiarra se inicia en la masonería partiendo de una aceptación y
de una decisión. De la aceptación de ser quien era y de la decisión
fija y estable, de pasarse el resto de su vida aupándose encima de
sí mismo, multiplicándose.
Y
para terminar sus razonamientos concluía como el personaje barojiano
que decía “ficción por ficción prefiero
la mía”.
Algunos extractos obtenidos del libro " Los signos de identidad de los masones donostiarras" del historiador Francisco Rodríguez de Coro.
Donostia Mayo 2015
IZ
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