LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE EXPERTO

 

Este es un artículo trivial para gente seria. Trata de analizar en clave de humor un concepto y una actividad que han devenido en un clásico de nuestros días y que están especialmente presentes en los medios de comunicación de nuestra sociedad. ¿Existen los expertos o son productos prefabricados por los medios? ¿Saben de lo que hablan? ¿Hablan de lo que saben? ¿Quizás los expertos son el reflejo de nosotros mismos? ¿Llevamos todos un experto dentro? 

Experto en redes sociales, una utopía más - Rampa Marketing Digital

El experto, persona hábil o de gran experiencia según el diccionario de la lengua castellana ha aparecido en nuestras vidas para quedarse y para su desgracia las anteriores generaciones (pobrecitos ellos) no pudieron contar con su magisterio. El experto irrumpe en nuestras vidas al amparo de la proliferación de cadenas y medios de comunicación y la necesidad de llenar interminables jornadas de programación de veinticuatro horas en las que hay que decir toneladas de idioteces y de informaciones sin rigor. ¿Quien soluciona esto? Un experto, el remedio de todos los males de la desinformación.

El experto en términos generales es un ser etéreo, angelical, omnipresente y omnisciente, que como un Robin Hood moderno siempre se halla dispuesto a poner a disposición del pueblo o de quién lo necesite su presunta sapiencia y ecuanimidad.

El experto se ha convertido en un huésped permanente en nuestras casas a las que accede por todos los medios disponibles, prensa, radio y televisión aunque también se ha colado en nuestras conversaciones. ¿Quien es el guapo que no ha tirado de experto para corroborar una afirmación más o menos controvertida? “Los expertos no parecen estar de acuerdo con eso que dices”, se lo sueltas así, con soltura, al petardo de turno en la tertulia del chiringuito en verano y lo dejas hundido, al menos por unos segundos. “Los expertos rusos sí” y ahí te devuelve el zasca y de nuevo a la casilla de partida.

No todos los expertos son iguales. Los hay de muchos tipo y por supuesto de muchas materias, tantas como cosas hay en la vida.

El experto de cabecera se caracteriza por poblar los ecosistemas de la comunicación televisiva y radiofónica. Su característica principal es su presencia continua en los platós y la omnisciencia que preside sus intervenciones. No hay materia de la que no sepa. Es como uno de aquellos cuchillos multiusos que se fabricaban en mi pueblo cuando era niño y que aseguraban al usuario dieciocho usos diferentes. Lo mismo servían para abrir una lata de conserva que para cortar el chorizo del almuerzo.

Otra categoría expertil es la de los expertos de parte. Lo saben todo pero con un cierto sesgo en virtud de la dirección de la que venga la pasta que los remunera. Su expertise se orienta casi siempre en una dirección determinada que coincide como por casualidad con alguna opción política, empresarial o social. Este tipo de expertos son los más habituales y desgraciadamente los que más han deteriorado la imagen pública de esta auténtica plaga que es el asesoramiento a la sociedad sobre todo tipo de materias.

Acabemos este rápido repaso con el experto virtual, que no se sabe quién es, pero que se cuela de rondón en frases como “alertan los expertos”, “ un grupo de expertos” o “ según expertos internacionales”. Ya se sabe que el extranjero siempre adorna mucho y últimamente se tira mucho de experto internacional. De hecho hemos descubierto que la mayoría de los expertos que nos hablan desde el extranjero son españoles obligados al exilio porque aquí no les hacía caso nadie y no encontraban trabajo y ahora retornan a nuestros hogares a través de los medios convertidos en reputados conocedores de esto y de aquello. Nos gusta fardar de ellos porque despreciados por aquí (algo que nadie quiere recordar) ahora son reputados especialistas en impresionantes hospitales o emporios tecnológicos extranjeros. Lo de este país no tiene nombre.

Los expertos están en todas partes. Los hay en nutrición, en gastronomía, en maridaje, en sanidad, en cuernos y en echarle la culpa a los muebles sobre la mala suerte. Incluso los hay quienes se atreven a ser expertos en Dios, un ser cuya característica principal es no haber dicho ni mú de momento.

El experto ha alcanzado la cima, el cenit de su existencia gracias a la pandemia de Covid 19 que nos ha bridado momentos sublimes como el descubrimiento de que el famoso Comité de Expertos del Gobierno era una falsedad (el famoso experto virtual) e incluso esta enfermedad ha tenido la virtud de poner cara por primera vez a verdaderos expertos en la materia sanitaria aunque también ha sido culpable de sacar a la luz que la mayoría de los expertos no tenían ni idea de lo que estaba pasando. En cualquier caso siempre tranquiliza mucho que te lo diga un experto aunque sea tan duduso como la bruja Lola.

Me gustaría hablaros del Gran Experto, ese que desde algún despacho de rascacielos decide sobre la vida y la muerte pero me he quedado sin tiempo.

Termino este artículo pidiendo disculpas. Espero que el hermano Oscar me perdone por copiarle aunque este artículo pretenda ser fiel al sentido del título original de su famosa obra.


Donostia Noviembre 2020

IZ

Comentarios

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