La traición

La traición. Faltar a la palabra dada, no guardar la fidelidad debida, defraudar en suma la confianza mutua entre personas que se aprecian o se quieren.
La traición es una de las maldiciones de la condición humana. Una maldición que nace de la conciencia y la consciencia del ser y de la que los animales, afortunadamente para ellos, están libres.
La traición es una maldición que afecta a todos los seres humanos, hombres y mujeres, ricos y pobres, ilustrados e iletrados, piadosos e impíos. La traición la más infame de las conductas humanas sin ninguna duda. Dante reservó el último círculo en el Infierno, el más cercano a Satán, a los traidores. 

La traición siempre tiene otros socios indeseables como compañía. La compañía más ruin y rastrera, la peor entre ellas, se llama cobardía. La cobardía del mentiroso. Siempre van juntas. Son amigas inseparables aunque en ocasiones pueden ir acompañadas también de otras amigas indeseables. Avaricia, ira, envidia son compañeras habituales de la traición, de la cobardía y de la mentira.
El traidor es felón y eso le hace odioso, ad nauseam, porque es imposible conocer su traición hasta que la hoja del puñal te atraviesa la carne por la espalda, por tu zona desguarnecida, por tus puntos vulnerables, en silencio, miserablemente.
Otro atributo la hace más miserable aún. La confianza. Siempre son nuestros seres más queridos, nuestros preferidos, los que gozan de la mayor de nuestras confianzas quienes acaban traicionándonos. No usan la confianza para agarrarnos ante el abismo, para socorrernos en la necesidad, para consolarnos con su presencia. La usan para acercarse en las sombras, para ganarte la espalda, para permanecer ocultos, para a ser posible evitar incluso que llegues a conocer quién fue el traidor. Un enemigo nunca traiciona, simplemente no puede. Puede hacerte daño, puede sorprenderte, puede incumplir un pacto, pero nunca traicionarte. Si alguien que fue tu enemigo te traicionó es porque previamente te declaró su amistad o te habló de un reencuentro. Culpa tuya fue si le creíste sin ponerle a prueba.
La traición cuando se consuma deja el mismo sentimiento que produce la pérdida de un miembro. Es como una pierna sobre la que ya no podemos apoyarnos, como el brazo que ya no nos permite asirnos, como los ojos que han dejado de ver, como un verso que ya no nos susurra.
El miembro siempre está presente y en el dolor de la pérdida, el hueco de la ausencia, ya no deja de sentirse hasta que el bálsamo del tiempo nos acaricia con su medicina reparadora. Ni tan siquiera entonces la reparación es total. Es un tratamiento largo, doloroso aún sin dolor, recurrente en la memoria, que nos hace retroceder repentina y repetidamente, antes de avanzar nuevamente hacia la sanación, hacia la Luz.
Recordar que fuiste traicionado es un sentimiento convulsivo, especialmente cuando se nos aparecen claras las consecuencias de lo sufrido, cuando se nos revela sin velos la razón de la felonía, cuando de manera inesperada se cruza en nuestro camino nuevamente el objeto del desencanto.
La traición puede dirigirse contra los demás, pero puede también, en la peor de sus variantes, dirigirse contra uno mismo. No hay peor traición que esa. Todas las demás se pueden vestir, se pueden maquillar, se pueden justificar, se pueden incluso olvidar. La que hagas contra ti mismo nunca la podrás olvidar y te acompañará hasta la tumba.

                                                                                                  Donostia  Junio 2018
                                                                                                             IZ

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