Soledades patagónicas

¿Qué hacíais en Chile? me preguntan algunos lectores del blog a raíz de mi artículo sobre los Misioneros y nuestra  colaboración con la madre María Arzalluz en Melipilla.
Nuestra trabajo en Chile fue muy interesante y no se limitó  a trabajar el tema de la maquinaria herramienta de Teknimak s.a,  ni la exportación de ovejas y artilugios lecheros desde Teknigenetic s.l. Había otra actividad que realmente nos resultaba interesante esta vez relacionada con las inmensidades patagónicas. Estaba inspirada en una de las políticas de transformación del medio rural que había acometido el Gobierno Vasco, tratando de dar salida a muchas explotaciones agrícolas y ganaderas inviables o que necesitaban un complemento de ingresos. Hablamos del sistema de Agroturismos puestos en marcha por el Gobierno Vasco en Euskadi  a finales de los años ochenta (Decreto de 1988) con buena aceptación y creciente éxito. 
Muchas haciendas patagónicas atravesaban importantes problemas. Después de la desastrosa Tormenta Blanca, un gigantesco temporal que acabó con la vida de millones de ovejas, muchas haciendas (Estancias) pensaban en diversificar sus ingresos. El Turismo de Estancia aparecía en el horizonte como una solución a muchos problemas. El sistema de agroturismos vasco parecía un posible modelo a seguir. Las haciendas patagónicas son inmensas, miles de hectáreas ovejeras, con sus ríos y montañas esperaban a visitantes deseosos de disfrutar de la pesca, de la caza o simplemente del dramatismo del paisaje. 
Llegamos en el comienzo del invierno austral. Habíamos bajado desde Santiago por la panamericana hasta Temuco y luego hasta Valdivia y Puerto Varas a visitar el volcán Osorno, uno de los más bonitos de Sudamérica.

                                             Puerto Varas con el Osorno al fondo

Sabíamos que no era el mejor momento para viajar por aquellas tierras tan al sur, pero desgraciadamente  no disponíamos de otras fechas. Nos fuimos para la ciudad de Punta Arenas junto al Magallanes, a visitar las bellas tierras de Río Verde, dónde habíamos establecido algunas citas con interesados en la experiencia vasca. Visitamos, entre otras, la estancia Olga Teresa una bellísima hacienda de miles de hectareas (4.500 nada menos) que explotaba ganado ovino de la raza neozelandesa Corriedale. 

                                                        Ejemplares de raza Corriedale

Después de las visitas empresariales de gran interés, pensamos que no podíamos desaprovechar  la oportunidad que nos presentaba la vida de descubrir aquellas soledades patagónicas. Así que en lugar de regresar a Santiago,  nos dirigimos al sur, hacia la Tierra de Fuego. A bordo de un precioso y potente Mitsubishi de doble cabina y doble tracción, con unas ruedas de clavos que nos permitían conducir sobre el hielo a velocidades razonables para las inmensas distancias que debíamos de cubrir en nuestra ruta hacia el sur, iniciamos el camino hacia las inmensidades deshabitadas de la America austral,  hacia Ussuaia, hacia el Faro del Fin del Mundo.


                                                             Tierra de Fuego

Pero antes  de cruzar el Magallanes aprovechamos para descubrir el Parque Nacional de las  Torres del Payne. Desde Puerto Natales nos adentramos en el Parque camino del Lago Grey y visitamos uno de los parajes más dramáticos y bellos del mundo, lagos de aguas turquesas y glaciares de hielo azul, a los pies de las majestuosas montañas de la cordillera de los Andes.

                                                        Lago Grey (Torres del Payne)

Luego cruzamos el Magallanes por Porvenir antes de adentrarnos en las inmensas soledades patagónicas de la Tierra del Fuego.
Aprovechamos también para visitar algunos centros ganaderos de camélidos andinos. Todavía la Vicuña y el Guanaco no estaban en condiciones de ser explotados comercialmente pero los chilenos habían avanzado de manera sorprendente en el cuidado y manejo de Llamas y sobre todo de Alpacas cuyos vellones empezaban a ser fuente alternativa para el Kashmir. Habíamos considerado la posibilidad de traer un rebaño de alpacas en el viaje de retorno de las ovejas que íbamos a enviar en el futuro inmediato y en aquel momento la UE trataba de impulsar la cría de camélidos en Europa y ofrecía interesantes subvenciones.


Tuve la oportunidad durante aquellos años de viajar a Chile en repetidas ocasiones y admirar la desbordante belleza de un país de cinco mil kilómetro de longitud, y de recorrerlo de norte a sur por la carretera panamericana que atraviesa toda América como una larga espina dorsal. Pocos países en el mundo pueden ofrecer un contraste y una belleza semejantes a Chile, tierra a la que quedé ligado para siempre por esos vínculos invisibles que se tejen cuando se han vivido situaciones irrepetibles y experiencias inolvidables. 

                                                                                                        Donostia Diciembre 2016
                                                                                                                        IZ
                              

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