La Ciudad centro del hecho cultural

No por conocido hay que dejar de repetirlo. La base, el epicentro del hecho cultural, lo constituyen  la convivencia, el respeto y la sociabilidad. Los seres humanos se agruparon en pueblos y ciudades, en torno a los cultivos (las culturas), y dieron así comienzo al desarrollo cultural, que es el signo de identidad común a toda la especie humana.
Es la ciudad por tanto,  el lugar que mejor  debe representar y expresar esos valores, porque es la heredera desarrollada y sofisticada de aquellos primeros asentamientos humanos en los que diferentes clanes se unieron para convivir y  para mirar hacia el progreso de una manera que cambiaría la historia.

El asentamiento, el poblado, la villa,  la protociudad en fin,  fueron también el lugar, donde los seres humanos buscaron la seguridad, frente a los peligros que les asaltaban cuando dormían en las cuevas o en los campamentos de caza. Si el fuego es un  descubrimiento tan fundamental para la especie humana, es básicamente porque trae la luz a la oscuridad. De ahí su profundo simbolismo asociado a lo largo de los siglos. Sirve para calentarse y cocinar alimentos pero sobre todo sirve para ver en la noche y defenderse de los peligros exteriores. Aporta seguridad y la seguridad, no es otra cosa que el primer elemento de la libertad. "El estado de bienestar que se deriva de la confianza en la propia seguridad", la definió Montesquieu.
La primera condición de una buena ciudad, es garantizar la seguridad de sus ciudadanos para que en ella puedan desplegar lo mejor de si mismos, en la confianza de que nada les va a ocurrir, de que nada va a venir a turbar la convivencia y las diversas facetas de la sociabilidad. La seguridad es la clave de la que emanan todas las demás virtudes que aseguran el ejercicio de la libertad de los ciudadanos.
Libertad de movimientos, libertad de culto,  libertad de ejercicio profesional, libertad de comercio..etc.. La ciudad no debe de ser nunca un lugar sectario, pensado y desarrollado para unos en detrimento de otros, y por tanto debe de ser un lugar donde la laicidad, expresión máxima de la tolerancia, debe de presidir las relaciones sociales como actitud fundamental de respeto mutuo y convivencia.
Viene esto a cuento, por las noticias que se leen estos días sobre las actividades culturales del verano. No conviene confundir las expresiones lúdicas y artísticas de la cultura con la cultura en sí. Evidentemente que forman parte de ella y que son importantes  como forma de sociabilidad y de enriquecimiento de las experiencias de las  personas. No es menos cierto que pueden ser importantes motores de desarrollo económico.  Pero no son, ni pueden ser, más importantes  que los principios de convivencia y respeto  sobre los que deben basarse.
Convertir  la defensa de los intereses económicos de algunos sectores de la ciudad, en  patente de corso para todo tipo de desmanes  y abusos en el comportamiento ciudadano, alterando de manera importante el derecho de los ciudadanos a disfrutar de su propia ciudad, es un actitud antisocial y contracultural que es asumida demasiadas veces como natural, incluso por quienes tienen el deber de proteger a los ciudadanos en la práctica diaria de la convivencia.
Ruido continuado, falta de respeto a las normas de horarios, agresiones sexistas, conductas indecorosas, violencia basada en el abuso de drogas, son desgraciadamente habituales de estas fechas.
Esperemos que los nuevos equipos municipales surgidos de las últimas elecciones municipales tengan claro cual es el límite entre la fiesta saludable y el abuso de la ciudad que tanto trastorna la convivencia.


                                                                                                                 Donostia Julio 2015
                                                                                                                               IZ


Comentarios

  1. Es un tema de rabiosa actualidad, cuánto le está costando a Pamplona/Iruña quitarse el sambenito de que en San Fermines "todo vale".
    Obviamente hay intereses económicos en vender la fiesta pero ¿dónde está el límite?.

    En cuanto a otro tema de los que tratas me gustaría profundizar sobre la dicotomía de ser ciudadano frente a ser urbanita. ¿Es nuestra sociedad cada vez más individualista menos cívica inmersa en una vida urbana en donde se prioriza lo individual frente a lo colectivo? (por ejemplo: pongo un bar con el que me forro y cumplo las ordenanzas municipales pero a los vecinos que sufren los ruidos, olores, etc Que les zurzan)

    Ahora que ando en dique seco quizás me hayas dado un par de pinceladas de temas a desarrollar.

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    1. Gracias Filogelos por tu comentario
      un abrazo
      Iñaki

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