El nuevo mandarin rojo

Lo acontecido en el último congreso del Partido Comunista Chino durante este mes de Octubre señala con rotundidad varios fracasos. 
En primer lugar el rotundo fracaso del intento de conducir a China a las vías democráticas homologables por las democracias liberales, vía prosperidad económica. China ha prosperado como nadie en el mundo empujada por los capitales occidentales, pero lejos de avanzar en la construcción de una democracia defensora de los derechos humanos, se ha convertido en un país más cerrado políticamente, una dictadura de enorme potencia económica y financiera que amenaza con hacer temblar al mundo. 
En segundo lugar el fracaso de intentar alejar a Pekín de las tentaciones militaristas y darle cobijo en el pasteleo habitual de las democracias europeas y americanas. Hoy día Pekín se muestra más agresivo que nunca, tanto en el despliegue tecnológico militar, como en su juego en el tablero geoestratégico y no hay que confundir sus palabras con sus acciones. Sirva de ejemplo la doble moral respecto al régimen norcoreano.


Lo que resulta más preocupante de los cambios que supone Xi Jinping respeto al pasado inmediato son de orden político. Tal y como ha manifestado la pasada semana "China encara una nueva era que pretende convertirla en la potencia hegemónica mundial en 2050 de la manos de una dirección fuerte (el mismo) con plenos poderes para desarrollar los objetivos"
El PC Chino  ha realizado un giro importante respecto a su líder. Sólo Mao y Deng Xiaoping acumularon tanto poder. Ya no habrá ningún margen para la discrepancia a la hora de crear "una gran nación socialista moderna" liderada por el Partido.



No sé si los que nos engañaron con esto de la globalización, que recordemos, aspiraba a llevar a los pobres chinos nuestros valores (democráticos especialmente) y nuestro bienestar, esperaban este resultado de pesadilla en el que la chinificación del mundo, amenaza con destruir nuestro bienestar en beneficio de unos pocos listos y ricos, con acceso ilimitado a los capitales y a las prebendas del poder.
La cara de tontos que se nos queda mientras el PC Chino se enroca más en su dictadura y vemos mermar nuestros ingresos y nuestros derechos, es digna de un gran chiste universal.

Se acabó creer en cuentos de hadas en los que el príncipe, en este caso rojo, se casa con la princesa, comen perdices y todos felices.
El nuevo mandarín rojo  no desea princesas (no hay ni una sola mujer en la dirección del partido)  ni perdices (ya las tiene todas  o casi todas), sino convertirse en la potencia hegemónica mundial a nivel económico y militar y dictar, con la tradicional agresividad china, las normas de convivencia internacional de la segunda parte del siglo XXI.



                                                                                             Donostia Noviembre 2017
                                                                                                          IZ

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