Arthur Conan Doyle

¿Qué sería de nosotros sin la figura de Sherlock Holmes? No es sólo que el mítico detective nos fascinaba por su capacidad deductiva, sino que nos transportaba con sus razonamientos a un mundo nuevo en el que la razón brillaba luminosa frente a cualquier treta que la oscuridad quisiera ponerle en el camino. La Luz de la razón.
Sherlock Holmes no fue masón, pero si lo fue su creador Sir Arthur como era conocido, ya que fue nombrado caballero del Imperio Británico.
En 1981, Alphonse Cerza publicó en The Royal Arch Mason Magazine, un artículo titulado: “Sir Arthur Conan Doyle: Freemason”. El autor mencionaba que Doyle se hizo masón en 1893 en la Logia Phoenix nº 257 de Portsmouth y que la influencia masónica aparecía en tres aventuras canónicas: NORW, REDH y RETI. En una carta al editor. C. T. Wallace indica que “El Signo de los Cuatro” es otra aventura con referencias masónicas (The Royal Arch Mason Magazine, 14 nº 1)

Fue médico, novelista y escritor de novelas policíacas. Conan Doyle nació el 22 de mayo de 1859 en Edimburgo y estudió en las universidades de Stonyhurst y de Edimburgo, en esta última estudió medicina desde 1876 hasta 1881. En junio de 1882, se mudó a Portsmouth. Estando ahí, instaló una clínica. Al principio no le fue muy bien con ella, por lo que en su tiempo libre comenzó a escribir historias nuevamente.
Tuvo tanto éxito al inicio de su carrera literaria que en cinco años abandonó la práctica de la medicina y se dedicó por entero a la escritura.




Los mejores relatos de Holmes son El signo de los cuatro (1890), Las aventuras de Sherlock Holmes (1892), El sabueso de Baskerville (1902) y su último saludo en el escenario (1917), gracias a los cuales se hizo mundialmente famoso y popularizó el género de la novela policíaca. Surgió, y todavía pervive, el culto al detective Holmes.
Gracias a su versatilidad literaria, Conan Doyle tuvo el mismo éxito con sus novelas históricas, como Micah Clarke (1888), La compañía blanca (1890), Rodney Stone (1896) y Sir Nigel (1906), así como con su obra de teatro Historia de Waterloo (1894).
Durante la guerra de los bóers fue médico militar y a su regreso a Inglaterra escribió La guerra de los Bóers (1900) y La guerra en Suráfrica (1902), justificando la participación de su país. Por estas obras se le concedió el título de sir en 1902.
Durante la I Guerra Mundial escribió La campaña británica en Francia y Flandes (6 volúmenes, 1916-1920) en homenaje a la valentía británica. La muerte en la guerra de su hijo mayor le convirtió en defensor del espiritismo, dedicándose a dar conferencias y a escribir ampliamente sobre el tema. Su autobiografía, Memorias y aventuras, se publicó en 1924.
Murió el 7 de julio de 1930 con 71 años de un ataque al corazón, en Crowborough (Inglaterra). Una estatua suya se encuentra en esa localidad donde residió durante 23 años


                                                                                       Donostia Noviembre de 2017
                                                                                                          IZ
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