Hijas de Afrodita

El tema de las relaciones de género en el mundo, es un tema importantísimo y de gran actualidad, pero es un tema mucho más complejo que los planteamientos que se hacen en occidente, si se quiere tener una perspectiva global. Es desde mi punto de vista necesario enfocar la reflexión al menos desde  tres niveles diferentes. El primer lugar lo que ocurre en la mayor parte del planeta, que es desgraciadamente el mundo subdesarrollado o en vías de desarrollo, en el que viven más de dos tercios de las mujeres. En segundo lugar las diferentes problemáticas de las sociedades desarrolladas occidentales. Por último creo que es interesante aportar  la visión que cada uno tiene sobre su experiencia vital  en las relaciones de género.


Mundo subdesarrollado o en vías de desarrollo

Cuando hablamos de las mujeres y de sus problemas, y especialmente de la igualdad como panacea con las que se resolverían todos los problemas del género, nos olvidamos de que hablamos de tres mil quinientos millones de mujeres esparcidas por toda la tierra y que las problemáticas que deben de afrontar son tan variadas como las  sociedades en las que tienen que afrontarlas. Dos factores influyen de manera decisiva en el sufrimiento de las mujeres en estos paises, la pobreza y la sumisión a un dogmatismo teocrático. Desgraciadamente y en muchos casos a  ambos problemas a la vez. Mención aparte merecen las monarquías teocráticas del golfo (a las que ya hemos dedicado algún artículo) donde no hay problemas de pobreza sino de aplicación extrema del dogmatismo teocrático y que son paradigma de la segregación  extrema de la mujer, con prohibiciónes que llegan a restringir incluso la capacidad de movilidad salvo acompañamiento masculino. Pero no nos desviemos.
Las mujeres son vejadas por doquier, presas de comportamientos tradicionales alimentados por la pobreza endémica de las sociedades en las que viven. Es esta pobreza y el círculo vicioso que alimenta lo que las mantiene prisioneras de las viejas cadenas de roles seculares, roles que no se cambian con meras declaraciones políticas, sino que necesitan medidas más enérgicas y prácticas. Mientras Occidente crece y decrece al ritmo de las crisis pero siempre dentro de unos márgenes, no piensa en que existe un extenso mundo olvidado desde hace décadas e incluso siglos, un mundo presidido por  un injusto reparto de la riqueza, un mundo empobrecido dejado atrás por el colonialismo occidental y sumido en la desigualdad y en  muchos casos en la barbarie, alimentadas desde nuestra propia codicia de materias primas. Un mundo en el que occidente juega un papel decisivo permitiendo la multiplicación de señores de la guerra, castas opresoras y satrapías en las que se consolida la falta de respeto a cualquier derecho humano. Un mundo especialmente hostil hacia las mujeres.


Este círculo vicioso que retroalimenta pobreza y sumisión de la mujer está en la base de las conductas que producen el  sufrimiento a las mujeres en aquellas sociedades en las que la Igualdad tiene o debería tener otros nombres. Respeto, para que las mujeres no sean sistemáticamente maltratadas o para que se les permitan asistir a la escuela y formarse, Compasión  que impida que sean mutiladas desde niña en virtud de tradiciones religiosas inadmisibles o  Decencia, para evitar que sean vendidas para la prostitución con apenas doce años como ocurre en muchos lugares de la superpoblada Asia. Todos estos nombres son dificilmente conjugables en situaciones de pobreza extrema y con actitudes de desentendimiento global de sus problemas. ¿De qué vale reivindicar la Igualdad si se ignoran todos los demás problemas de la supeditación femenina a los roles tradicionales hombre- mujer? ¿Cómo cambiarlos si se ignoran los problemas que los causan y los perpetúan? Esta es la tragedia de mas de tres mil millones de mujeres. No creo que los problemas fundamentales de las mujeres en el mundo globalmente considerado sean ni de lejos los derivados de la Igualdad tal y como se reclama en Occidente.
Habilitar soluciones de financiación a través de microcréditos que garanticen la independencia de las mujeres en estas sociedades o fomentar políticas de concienciación sobre temas como la mutilación genital femenina o promover la escolarización de las niñas, son los desafíos inmediatos de esas sociedades para mejorar, a largo plazo, el nivel de vida de las mujeres y de sus familias.
No estaría de más que Occidente cesase en su apoyo a los señores de la guerra que custodian las riquezas de buena parte del mundo e iniciase una decidida reconversión de sus políticas de cooperación con el Tercer Mundo. Hay motivo para la esperanza.

Sociedades occidentales

Acerquémonos ahora  a Occidente. Aquí hablamos de otras cosas. No hay problemas de escolarización, ni de hambre, ni de salud, ni gobiernan teocracias que supeditan el rol femenino al masculino. Evidentemente están presentes los condicionantes culturales seculares de los roles, unos condicionantes que tardan generaciones en poder ser modificados y que no se modificarán nunca si no se modifican los comportamientos educativos y culturales que los hacen posibles. Su persistencia se hace además evidente en los graves y reiterados casos de violencia de género que asolan el país.
Igualdad es la palabra de moda en el tema de las relaciones hombre mujer. La panacea a todos los males de relación entre sexos. Pero ¿qué es la Igualdad? ¿Cómo la definimos? ¿Cómo la aplicamos? ¿Es ese camino emprendido tan feliz como se promete? Personalmente creo que no. Al menos a mi modo de entender la Igualdad, no. Porque la igualdad  es ante todo y sobre todo, una actitud  vital hacia el otro. Una actitud que conlleva, como punto paradójico de partida, la aceptación profunda de las diferencias entre los seres humanos. Sólo desde el respeto profundo  a esa diversidad de sexos, razas, orígenes,religiones o capacidades intelectuales, es posible construir un esquema de Igualdad en el marco de la sociedad. La Igualdad es la actitud de los seres humanos hacia los demás, para evitar que esas características particulares y diferenciadoras  de cada ser humano se conviertan en vehículo de exclusión social.

Si no admitimos las diferencias y pensamos como afrontar la integración de estas diferencias en nuestras vidas cotidianas, la Igualdad acabará como mero Igualitarismo de géneros y eso será su fracaso.  Precisamente, la igualdad entendida como mero igualitarismo es la respuesta que occidente cree que puede y debe ser la solución a todos los problemas de la mujer. Una igualdad basada en la misma retribución al mismo trabajo, la misma dedicación a las tareas del hogar, la mejor conciliación con la vida familiar. Una igualdad que ignora precisamente lo que nos hace maravillosamente diferentes y que ignora esencialmente que las mujeres son las hembras de la especie, queramos o no. El modelo actual impulsa una igualdad que solamente es posible desde la imposición y no desde la modificación de los condicionantes culturales que siguen su curso como si nada ocurriese, alimentados en muchos casos incluso por quienes reclaman igualdad. Me refiero a ropas, juguetes, lecturas y demás condicionantes infantiles de los roles de género.
Imponernos la igualdad de la manera que se hecho y se está haciendo, no es desde mi punto de vista la mejor manera de acercarnos a ella, sobre todo porque es una igualdad basada en profundas desigualdades y agravios comparativos importantes y que se concentra precisamente, entre los hombres que más se han comprometido con este proceso de introducir actitudes de igualdad en las relaciones con las mujeres y que acaban habitualmente quemados y desertando de la causa por el negativo enfoque que se da a este proceso. No se ven muchos hombres en las acciones reivindicativas de la Igualdad ¿por qué los hombres no se sienten implicados como género en este camino que ha tomado esta reivindicación?  Muy sencillo. Porque no creen que  las mujeres, actuando desde el feminismo, busquen políticas reales de Igualdad. Hay sobre la mesa, impulsado precisamente por ese feminismo un planteamiento de conquista, de guerra, mucho más que de acuerdo y de compromiso  Muchos  hombres se extrañan de que en las áreas  profesionales, sociales, culturales y ciudadanas donde la presencia femenina es abrumadoramente mayoritaria, no hayan visto jamás una sola política, ni reivindicación de Igualdad. Parece que el planteamiento sea, terreno conquistado por un lado, y terreno por conquistar en el otro y esto lastra de manera importante el compromiso de los hombres con la igualdad de género. 

La experiencia de cada uno en su vida

Personalmente nunca he conocido una mujer que cobrase menos que yo realizando el mismo trabajo y bien al contrario he conocido mujeres impuestas por las cuotas de igualdad que no se merecían sus puestos y mucho menos las retribuciones que recibían por ellos. He militado en un partido político con abrumadora mayoría de militantes masculinos pero hemos tenido que aceptar paridad en la representación política que ha llenado las listas de mujeres que no habían aportado nada al trabajo político cotidiano, además de los inevitables casos de arribismo al olor de la sobrerepresentación femenina. Fui candidato a una Institución Estatal y delante de mi, había dos mujeres en la lista. Cuando trabaje en una multinacional  la supervisora de mi trabajo en el Grupo era una mujer. No haberme topado con el problema tampoco me hace ignorar que exista,  pero en la sociedad que me rodea esta situación no es tan evidente como parece. ¿En que franjas socioeconómicas se produce esta discriminación? ¿En que sectores laborales? ¿Quienes las impulsan? Son preguntas sencillas pero que no se explican trasmitiéndose la falsa imagen de que todas las mujeres están discriminadas en todos los lugares y por todos los hombres. Planteamientos un poco más elaborados son imprescindibles.
Un replanteamiento de estas políticas de Igualdad y una mejor explicación de su incidencia en la sociedad son necesarias antes de que esto derive, como lo esta haciendo, en una mera guerra entre sexos.

                                                                                                         Donostia Abril 2017
                                                                                                                       IZ

Comentarios

  1. la violencia no tiene genero! la demagogia victimista del feminismo es ridicula.no se puede afirmar de manera estupida y sin sentido, que existe una violencia sistematica contra las mujeres por casos de violencia aislados,y provocados por diversos motivos. no se debe condenar la violencia contra las mujeres, se debe condenar la violencia en general a menos que se tenga que utilizar como metodo de autodefensa ante un ataque. las feministas promueven la estigmatizacion y satanizacion del genero masculino tildando a todos los hombres de supuestos "violadores" y "maltratadores" y eso tambien es violencia en cierta manera.

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