El embrollo turco III

Ya habíamos realizado un análisis de la evolución política en la Turquía moderna y en el artículo titulado el Embrollo Turco, mirábamos al fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk y a la República que había construido, presidida por los principios laicos y una estructura de democracia liberal libre de los dogmatismos religiosos del Islam. 
En un segundo artículo, bajo el título de el Embrollo Turco II, habíamos desarrollado la evolución islamista en la Turquía moderna y la estrategia de erosión de la estructura laica del Estado, en la que los islamistas de Erdogan se habían apoyado en Gülen, para penetrar el Estado, en base a la estrategia de "la taquiya", el engaño, que los partidarios de Gülen estaban autorizados a desplegar para poder acceder a los puestos claves de la Administración del Estado. 
Finalmente a través de un golpe de estado de doble efecto, perfectamente orquestado por Erdogan, se había realizado una purga brutal de los partidarios de Gülen, y Erdogan, tras una brutal represión y depuración de los partidarios de su ex socio, se había hecho con las riendas del poder, dando así pie al comienzo de una nueva época en la historia política de Turquía, gobernada ahora sin oposición por los islamistas de Erdogan. 



Erdogan es un hijo de inmigrante georgiano llegado a Estambúl con 13 años, y que a pesar de su título "honoris causa" recibido en Madrid, no es un presidente especialmente cultivado. Políticamente es un populista que representa una rama bastante radical del Islam y que presenta tintes machistas y autoritarios claros. Son famosas sus declaraciones contra las mujeres solteras, de las que afirma son mujeres incompletas, o sus afirmaciones sobre que las mujeres no son iguales a los hombres Su populismo aglutinante en torno a la religión, como parte fundamental de la  identidad turca, se une a una concepción de credo estrictamente suní como único autorizado dentro del Islam, de manera que es éste y no otro, el credo el que debe extenderse por el mundo, hasta convertir a todo el planeta a la verdadera fe, utilizando la educación como medio, cerrando las escuelas laicas y justificando incluso el uso de la violencia para esos fines
Tras deshacerse de sus adversarios Erdogan encaró las relaciones con la UE, dejando claro el posicionamiento de que Turquía representa la puerta de entrada a Europa de toda la legión de migrantes y refugiados producidos por la guerra de Siria y por el fracaso de las primaveras árabes en el norte de África. De su posicionamiento radical obtuvo un ventajoso acuerdo migratorio con la UE para la devolución de migrantes en su camino hacia occidente, a cambio de 3.000 millones de euros. A pesar del acuerdo ventajoso y seguramente envalentonado por su consecución, algo muy propio de los dictadores, la agresividad turca ha ido en aumento, tanto en el frente UE como en el frente ruso, tras el derribo de un avión ruso sobre suelo supuestamente turco y la intervención unilateral ante las fuerzas del califato. 

Desde el punto de vista interno, Erdogan ya no oculta sus ansias de poder, y el recientemente convocado referéndum de reforma, no esconde más que la consolidación de su poder presidencialista y la legalización de la represión de cualquier forma de oposición que pueda quedar en el país, tras haber depurado a los gülenistas y de paso a los periodistas e intelectuales que pudieran suponerle una molestia en su forma autoritaria de entender la política.  
Una clara muestra de su autoritarismo y agresividad hacia occidente ha quedado patente con motivo de los incidentes diplomáticos con Holanda, derivados de la prohibición de entrada a sus ministros para participar en mítines partidistas a favor de la reforma constitucional presidencialista, y que han derivado en gravísimas acusaciones e incluso insultos hacia el gobierno holandés. Una vez más, una UE desunida ha permitido parcialmente esos mitines en Alemania, reforzando así la imagen de debilidad que proyecta de forma continua al mundo.
Erdogan camina hacia la instauración de una dictadura presidencialista en Turquía, de la que nada bueno va a derivarse para Europa y que además  va a ser especialmente temible en sus consecuencias internas sobre la cuestión kurda. Aunque reanudada la guerra interna con el PKK todavía no cree llegado el momento de vérselas con los kurdos, cuyos soldados son hoy por hoy fundamentales en la lucha contra ISIS. Pero sólo aguarda al fin de esa amenaza del califato para poder poner sus ojos en la resolución del eterno problema kurdo que, sin duda alguna, piensa afrontar con su habitual estilo agresivo y obstinado.
Es necesario parar a este nuevo sultán turco, que tras pervertir la obra de Kemal Ataturk, acabar con la laicidad del estado y depurar a sus enemigos internos, quiere una vez investido de poderes dictatoriales imponer sus condiciones a la UE , a Rusia  y al resto del mundo, a cambio de que estas permitan sus veleidades y arbitrariedades. Los kurdos pueden echarse a temblar. Al tiempo.

                                                                                                  Donostia Marzo 2017
                                                                                                              IZ


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