Pesebre y desmemoria

Las declaraciones del Gobernador del Banco de España, Juan María Linde, en las que calificaba las medidas económicas de ajuste y recorte, adoptadas por los recientes  gobiernos populares, de muestras de "Patriotismo y Sentido Común", negando para mayor escarnio, que estuviese bien calificarlas de "austeridad", no son de recibo y entran de lleno en ese tipo de declaraciones que podemos y debemos de calificar  como lamentables, perversas  y  escandalosas. 
El escándalo nace de su evidente tendenciosidad, del bochornoso electoralismo que rezuman y de la falta objetiva y contrastable de veracidad. Todo ello agravado por provenir de un supuesto actor "independiente", como debería de ser  el Gobernador del Banco Central del país.
Una institución como el Banco de España, que está completamente desacreditada en sus actuaciones desde el mandato del señor Caruana, nombrado recordemos por Aznar, que no se limitó exclusivamente a no prevenir ninguna de las consecuenias de la burbuja inmobiliaria, sino que de hecho la fomentó, a sabiendas de las consecuencias que tarde o temprano tendría para la economía del país. Una institución que ignoró de manera bochornosa los informes de tantas instancias económicas y fiscales, que alertaban del despropósito que se estaba fraguando en  la economía, y que acabaría convirtiéndose en un imparable tsunami financiero. 
Pero no por ser el primer responsable de todos estos desafueros financieros, la responsabilidad del señor Caruana es mayor que la de sus sucesor, el paniaguado Miguel Ángel Fernández Ordoñez, MAFO para los amigos, que permitió que la orgía financiera continuara y que el desprestigio de la institución alcanzase cotas inimaginables. Que permitió en suma, que "el sistema financiero más solvente del mundo" como tuvieron la desfachatez de calificarlo, se convirtiese en la cueva de Alí Babá, al servicio de especuladores, trileros y advenedizos de todo pelaje, plumaje y cornaje, que lo dejaron esquilmado y listo para un rescate que va a costarnos a los ciudadanos unos 130.000 millones de euros, que deberemos pagar nosotros, nuestros hijos, nietos y biznietos, mientras ellos se toman un daikirito en algún chiringuito playero en algún paraíso fiscal caribeño. 
Una institución que en el colmo de la indecencia, se permitió un lamentable olvido de sus obligaciones como garante del sistema financiero, de sus solvencia, transparencia y buenas prácticas, y que de manera consciente permitió que miles de personas, pequeños ahorradores y jubilados, fuesen esquilmados por las instituciones financieras de manera salvaje e impune. 
Hoy comprobamos, que tras los dos infames presidentes que la presidieron, el actual presidente esta en la misma línea de impresentabilidad, besando la mano de su dueño y dando otro espectáculo de pesebrismo del que ya empezamos a sentir verdaderas nauseas.

                                                                                                   Donostia Abril 2015
                                                                                                              IZ

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