Humanismo y Tecnología

 

Tenemos los humanos una tendencia a pensar que el pasado fue mejor. Quienes trabajamos la Memoria sabemos que no es así y que ese pasado que estudiamos fue en muchos casos pavoroso. El pasado nos suele parecer mejor que el futuro por lo que de incierto tiene éste último, porque de la misma manera que se llama Memoria al presente del pasado, se llama Incertidumbre al presente del futuro.

 

El humanismo nace tras la Edad Media, se hace universal en la Ilustración y culmina en la organización social occidental del siglo XX. Muere la escolástica y con ella el intento de interpretar la vida desde la revelación de las escrituras y nace la corriente que llevará al ser humano al centro de todas las acciones que propician su desarrollo material, intelectual y moral.

La tecnología no es un fenómeno de nuestros días por muy espectacular que pueda ser la de hoy día. El fuego, la rueda, la imprenta, la radio o la televisión constituyen hitos tecnológicos tan impresionantes como cualquiera de los que están por venir.

La tecnología de estos siglos en los que se desarrolla el humanismo no parece afectar a la esencia de ese movimiento que su cenit se alcanza en el desarrollo de las sociedades del bienestar de mediados del siglo XX. La deshumanización de las sociedades, digamos en la oscura noche de las utopías totalitarias del siglo XX no parte de la tecnología sino de las ideologías, aunque las tecnologías jugaron un papel capital en la alienación de los ciudadanos. ¿Será acaso diferente en el siglo XXI? ¿Un mayor avance tecnológico llevará aparejado una deshumanización mayor o más rápida? Vamos a comentar este aspecto al calor de algunas de las predicciones para un futuro cercano y ver como pueden afectar a nuestro humanismo.

De todas estas predicciones que se nos presentan como inminentes, la que me parece más relevante y también más preocupante, es la que señalaba el Washington Post y según la cual el 45% de los trabajadores en los EEUU de América van a ser sustituidos por robots en los próximos cincuenta años. Es una cifra escalofriante, prácticamente la mitad de la fuerza laboral actual  deberá encontrar nuevas vías de trabajo en un futuro que se adivina a la vuelta de la esquina. Es desde luego la predicción que más incertidumbre presenta en términos humanos. Estados Unidos ya afrontó un problema de desempleo masivo tras la Gran Depresión con el agravante de que se trató de una crisis traumática y repentina. Aquella situación fue durísima pero trajo como consecuencia el New Deal, el mayor programa de desarrollo social que haya contemplado el planeta de la mano de un masón Franklyn Delano Roosevelt. Cabe preguntarse. ¿Qué nos asusta de este escenario? ¿Que se produzca realmente o que en caso de producirse quedemos abandonados a nuestra suerte y no podamos sobrevivir? La respuesta es evidente. Nos aterra la posibilidad de ser abandonados. Por tanto, si desde una ideología humanista se arbitran las medidas correctoras necesarias, esta hipotética situación no tiene porqué producirnos desasosiego. 

Lo peligroso de nuestros días es que parece que la tecnología va a ser, de la manos del soporte neoliberal, la herramienta para generar un “Homo económicus” un ser hiperespecializado, de buenos recursos económicos, egoísta y desinformado que sacia su soledad en la compra compulsiva de bienes materiales. Trabajar para comprar, comprar para trabajar. Si esto es así no será por culpa de la tecnología sino de los que permitamos que la educación se empobrezca, que desaparezcan las disciplinas que cultivan nuestra humanidad, que se permitan las actitudes avariciosas, acaparadoras y amorales que campan por sus respetos en ya en nuestro mundo. No hace falta esperar al futuro. El peligro es siempre ideológico y nunca tecnológico aunque el abuso de las tecnologías pueda coadyuvar a que tenga efectos aún más perniciosos.

Pensemos también en la otra cara de la moneda. La tecnología será, de la mano de los ordenadores, nuestra mejor amiga y los ordenadores ocuparán un espacio importante de nuestras vidas. Lo organizarán todo por nosotros y podremos hablar con ellos como lo hacen en tantas películas hasta ahora de Sci-Fi. Madre, la computadora de la nave Nostromo en Alien dejará de ser ficción para convertirse en realidad. Made no fue cruel con la tripulación del Nostromo por ser una computadora sino porque estaba programada en base a intereses comerciales que se situaban por encima de los intereses humanos. Esta es la clave de este dilema.

La tecnología también nos dará muchas alegría. Aprender un idioma será tan fácil como descargar una aplicación en nuestro cerebro, la domótica dominará nuestras viviendas y todo será programablemente feliz. Luces, calefacciones y otras utilidades dejarán de ser un engorro para ser controlados por nuestros ordenadores de la manera más eficiente y eficaz. Que decir de nuestra auténtica bestia negra. El tráfico dejará de ser un problema y los coches autodirigidos serán cosa frecuente en nuestras carreteras a partir de 2030, según pronostica un alto directivo de Nisssan.

Los logros biotecnológicos van a ser también gigantescos y así se anuncia una era post antibióticos según predicción de Thomas Frieden de la CDC (Centro de control de enfermedades). Las infecciones resistentes a los antibióticos matan al año a decenas de miles de personas porque la mala utilización de los mismos durante décadas, ha generado multitud de cepas resistentes. El cáncer, por su parte, quizás no llegará a ser erradicado, pero entrará en una fase de enfermedad muy controlable.

Miremos el futuro con esperanza y luchemos para que las ideologías que lo conformen lo hagan mirando a las necesidades colectivas del ser humano y al bien común y no hacia estrategias de dominación y explotación del género humano.

Es cuanto.

                                                       Donostia Octubre 2022

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