El gran Nikos Kazantzakis

NIKOS KAZANTZAKIS (1883-1957)

Si algo debemos de destacar de la vida de este gran escritor griego es su insaciabilidad. Insaciable es su capacidad de estudio, su viajar ininterrumpido, su duda permanente, su búsqueda de respuestas a la esencia del ser. Su vida fue un torbellino de viajes y empresas diversas en las que siempre estaba presente una profunda inquietud, un desasosiego anímico radical. “No amo al hombre, amo la llama que lo devora” dice en su Odisea.


La obra de Kazantzakis es oceánica y abarca casi todos los géneros literarios lo que le valió la nominación al Premio Nobel en 1946, en la que resultó segundo a un sólo voto de su gran amigo Juan Ramón Jimenez a quien conoció en sus andanzas como corresponsal de guerra en la Guerra Civil española.
Esta insaciabilidad de la que hemos hablado, estará presente de manera definitiva en el personaje de Odiseo dentro de su gran obra lírica Odisea, una vasta composición poética compuesta de 33.000 versos heptadecasílabos que supera en magnitud ampliamente a la propia Odisea de Homero.
Estudio leyes pero nunca tomó otro camino que el de la literatura. Estudió en París con Bergson cuyo pensamiento extendió en la Grecia de principios del siglo XX y fue importante divulgador de la obra de Nietzsche cuyas obras tradujo al griego y sobre quién versó su tesis doctoral.
Con Jorge Zorbas protagonizo una descabellada aventura comercial para la explotación de una mina de lignito en Creta que fue la base de su obra más famosa “Zorba el Griego” un éxito literario y cinematográfico que sin embargo ha eclipsado la inmensidad de la obra de Nikos Kazantzakis. Su “Última tentación de Cristo” también fue llevada al cine por Scorssese e incluida por la Iglesia en el índice de libros prohibidos. Pero a pesar de que estos éxitos cinematográficos pudieran hacer pensar en un escritor de vida tranquila y cómodo, nada de esto aconteció en la vida de Kazantzakis siempre inquieta, siempre en movimiento y siempre en el filo de la navaja económica.
Cristo, Budha, Hércules, Prometeo y la reflexión sobre otros grandes mitos del ser humano han sido una constante en la vida de Kazantzakis siempre presidida por un fuerte existencialismo y un quejido lejano por el silencio inmisericorde del infinito.
En su obra teatral escrita con apenas veintiseis años, Comedia: Tragedia en un acto, una obra que precede en medio siglo al Godot de Beckett, Kazantzakis recoje la enorme angustia del que aguarda la llegada del Esposo, Del Cristo redentor, cuando el reloj de la vida se acerca a sus últimas campanadas y el silencio se impone aterrador al final de la existencia. ¿Vendrá el esposo? Vendrá. Así lo ha prometido, repiten los personajes de Kazantzakis mientras la desesperanza se apodera de ellos.
En 1907 durante su residencia en París, atendiendo los estudios con Henri Bergson, fue iniciado en la Masonería. Escribe allí en París sus primeras novelas entre las que destacan Almas Rotas, Lyli y la Serpiente y la obra dramática Amanece, que le reportaría un éxito muy notorio en Francia.
Su vida de incansable le hace luchar en las Guerras Balcánicas entre 1912 y 1914 y terminada la guerra inicia su interminable camino como viajero que le conducirá a visitar toda Grecia y posteriormente a lo largo de los siguientes años en una larga odisea personal, por todos los países de Europa que luego complementaría con sus visitas a Egipto y al extremo oriente China y Japón.
Su paso por Rusia entre 1925 y 1930, como corresponsal de periódico, le llevó a visitar muchas regiones de Rusia e incluso llegó a residir en Moscú durante dos años. Su admiración por Lenin y sus buenas relaciones con los dirigentes soviéticos le condujeron a una exaltación del régimen soviético que le indispuso fuertemente con el gobierno griego y con la parte más conservadora de las letras griegas. Vivió el ascenso de Stalin que causó en él una honda decepción y un alejamiento de las ideas comunistas.
Residió también en España cuando fue corresponsal de prensa cubriendo el conflicto civil español y en esta época escribió su Carta al Greco, una semblanza autobiográfica en la que reflexiona sobre los temas que más inquietud existencial le causaban
Su inquietud política le llevó incluso a formar un pequeño partido de izquierdas y ocupó brevemente el cargo de ministro sin cartera del gobierno griego.

Estuvo casado en dos ocasiones, la primera con Galatea de quién se divorció en 1925 para contraer posteriormente matrimonio con la escritora Heleni Samiou que se encargó tras su muerte de extender y mantener viva la memoria de este gigante de la literatura que fue y es, Nikos Kazantzakis.
El epitafio de su tumba en Heraklyon es significativo de su tremenda personalidad y fortaleza vital.

                                                                   Nada espero
                                                                   Nada Temo
                                                                     Soy libre.

                                                                                       Donostia Octubre 2017
                                                                                                       IZ

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