¿Por qué nos mataron? (II)

 La universalización de la violencia de ETA hacia toda la sociedad, para imponerle su modelo totalitario, va más allá de las luchas ideológicas dentro de la organización y ha sido sin duda, la mayor de las monstruosidades que ha cometido ETA (y quienes le han dado soporte), a lo largo de los más de cuarenta años de violencia terrorista.. Ciertamente las luchas ideológicas propiciaron otras escisiones importantes a lo largo de los años setenta, después de la  primera escisión de la V Asamblea a finales de 1965. Escisiones que llevaron aparejadas una ampliación de las tácticas terroristas y de la lista de objetivos potenciales de la organización. La escisión de la VI Asamblea (1970-1972) dio nacimiento a la famosa ETA VI (pm), rama de ETA que propuso, desarrolló y ejecutó, variantes muy crueles de la lucha armada, que incluyeron el secuestro, el amedrentamiento de la clase empresarial mediante el tiro en la rodilla, y el infausto y mal llamado  impuesto revolucionario como método de financiación de las actividades de la banda.. De otra escisión de ETA VI (pm) nacieron los comandos Bereziak (Especiales) una de las ramas más violentas de ETA, posteriormente expulsada de la organización por el asesinato del empresario Aingeru Berazadi y la negativa de estos comandos a aceptar las órdenes de la organización. Esta rama etarra Bereziak, posteriormente reincorporada a ETA V (m), incrementó notablemente la violencia y crueldad de las acciones armadas de ETA. No menos desdeñable por la extrema violencia que caracterizó a sus comandos, fue la aparición a finales de los setenta de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, uno de los grupos mas salvajes de la violencia terrorista en Euskadi, responsables entre otros del asesinato del líder socialista Enrique Casas. Una escisión esta, soportada ideologicamente en los "movimientos autónomos" una melange marxista anarquista, que tuvo su influencia  en Europa y especialmente en Italia  (Toni Negri).
Estas dos últimas expresiones de la violencia etarra desaparecieron,  por disolución voluntaria  y paso de sus militantes a la actividad política, con Mario Onaindía a la cabeza, y la creación de Euskadiko Eskerra.. 
La violencia de ETA V (m), pronto tomó la exclusiva del terror. Tras haber incorporado a sus métodos las innovaciones  para procurarse financiación de las ramas escindidas, comenzó una de las etapas más miserables de su actuación a lo largo de los años ochenta. Fue lo que podríamos llamar un primer intento de universalización del miedo y del  dolor. El atentado de Hipercor de 1986, en el que murieron veintiún personas, marca ese punto de inflexión en la trasmisión de la idea de que todos, absolutamente todos estábamos en posición de ser alcanzados por su violencia, incluso en momentos aparentemente tan banales como estar haciendo la compra. No había donde esconderse, se estuviese o no implicado en el conflicto. Si quería, ETA nos podía matar, igual que mataba a las fuerzas de seguridad o a los empresarios.
Otro de los métodos crueles de esta dramática etapa, fue la difamación de las personas y la utilización de las organizaciones del MLNV en esa estrategia difamatoria, para justificar los posteriores  asesinatos. Personas que se negaron a cumplir las exigencias extorsionadoras de la organización, fueron acusadas de tráfico de estupefacientes, denigradas socialmente, mancilladas en su honor y finalmente asesinadas, como los empresarios elgoibarreses, Patxi Zabaleta y Sebastián Azpiri.
Pero aún estábamos por ver una de las versiones más dramáticas de la violencia. Exasperada por la falta de eficacia de sus métodos y la respuesta de los partidos democráticos ETA se dispuso a dar otro de los saltos miserables de su existencia. Fue con la aparición de esa monstruosidad llamada "Socialización del sufrimiento". Ya no se ocultaba el objetivo de universalización de los que podían ser alcanzados por la violencia. Ahora se hacían explícitos a través de las ponencias Oldartzen y Karramarro. En virtud de estos posicionamientos políticos de la banda terrorista, todo el mundo, toda la sociedad en su conjunto, debía de sufrir en sus carnes las consecuencias del conflicto, quisiera o no.  Todos éramos considerados responsables de la situación. Todos y cada uno de nosotros, pasamos así a ser víctimas oficiales de ETA a través de su "Kale Borroka" y de la extensión de los asesinatos a políticos, intelectuales, periodistas y a quién osase en general, oponerse a su estrategia totalitaria. Nadie se libró de esta estrategia, ni tan siquiera el Presidente del Gobierno que salió airoso del atentado del que fue objeto, con el miedo reflejado en el rostro.
La tradicional lista de víctimas de ETA entre fuerzas de seguridad del Estado, magistrados, militares, se fue ampliando así, con empresarios, periodistas, profesores universitarios y ciudadanos que hacían la compra, pero sobre todo se hizo meridianamente claro, el mensaje, antes intuido y ahora explicitado, de que todos y cada uno de los ciudadanos que habitábamos en Euskadi o en el Estado, estábamos en posición de ser agredidos en cualquier momento por la violencia de ETA y que no había lugar en el que pudiéramos sentirnos a salvo de su amenaza, salvo que nos plegásemos a sus absurdas pretensiones políticas.  

Así han sido los más de cuarenta años de violencia terrorista. Cuando uno los repasa, de manera rápida como yo lo he hecho en estos dos artículos dedicados a este tema, enseguida  se da cuenta del despropósito en el que hemos vivido a lo largo de tantos años.

Concluyo este artículo como concluía el artículo anterior. Tres años han pasado desde el cese de la violencia etarra y todavía nadie ha asumido las responsabilidades por este cúmulo de barbaridades.

                                                                                                Donostia Marzo 2015
                                                                                                              IZ

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