Con la muerte en los talones (otro drama norteamericano)
Parece un título muy
dramático para una entrada en un blog e incluso puede parecer un
recuerdo nostálgico de una famosa película de Hitchcock, pero por desgracia es una
realidad que viven millones de norteamericanos que al enfermar ven
como deben de seguir acudiendo al trabajo, a pesar de los síntomas de
la enfermedad, para poder seguir cobrando su salario y manteniendo su
tarjeta sanitaria. No es que los americanos no tengan licencias
legales por causa médica. Las tienen pero no las toman por miedo. Si
no acudes al trabajo, por muy justificada que sea la causa, pronto
serás despedido y con el despido desaparecerá la cobertura de la
tarjeta sanitaria. Sin tarjeta sanitaria y con una enfermedad grave
estás muerto, aunque previamente veras la ruina y la indigencia de
tu familia. Esta es una de las mayores tragedias que sacuden hoy a la
sociedad norteamericana.
Los programas impulsados
por los demócratas con fondos públicos llamados Medicare (ayuda
médica para personas mayores de 65 años) y Medicaid (ayuda medica a
familias de recursos limitados) tratan de paliar el efecto que la
desprotección sanitaria pública tiene sobre los americanos
aquejados de enfermedades. Se trata de dos programas limitados que
proporcionan salud a personas de la tercera edad o a personas con
recursos económicos limitados y que lamentablemente ese enemigo del
humanismo llamada Donald Trump quiere eliminar a toda costa.
El Estado protegiendo la
salud de los ciudadanos representa un anatema para los adoradores
del dinero y para los fanáticos de las ideas neoliberales
especialmente extendido entre los republicanos por lo que ellos
consideran “tufo comunista”. Esa patética división entre
ganadores con fama y dinero y perdedores sin recursos es una lacra
para la sociedad y además es generadora de conductas indeseables al
amparo de los intentos desesperados de muchos ciudadanos para acceder
a la riqueza y al éxito a cualquier precio.
La Sanidad norteamericana
es la más cara del mundo y una de las más ineficaces entre los
estados desarrollados del planeta. Haber hecho un negocio de la salud
de los habitantes del país ha desatado la codicia de médicos y
hospitales sumiendo a los consumidores en una pesadilla de pruebas
diagnósticas abusivas, intervenciones innecesarias y abuso de
medicamentes diseñada para enriquecer a los agentes del sistema
privado de salud sin ningún miramiento hacia los pacientes.
La codicia sin límite es
una de las características morales del sistema económico neoliberal
vigente en los Estados Unidos donde todos los dominios sociales han
sido mercantilizados para exprimir a los ciudadanos sin piedad por
parte de quienes poseen los medios necesarios para proveer el
servicio.
Más de doscientas mil
personas, el equivalente a toda la población de una ciudad como San
Sebastían quedan arruinados y en la indigencia cada año al sufrir
una enfermedad grave alguno de sus miembros. Perder el trabajo y los
ingresos se combina letalmente con unos tratamientos a precios
astronómicos que obligan a los afectados a vender sus pertenencias
para seguir los tratamientos con la esperanza de sanar y recuperar
sus vidas laborales. La alternativa dejarse morir o acudir a la
caridad, esa virtud que practican los ricos norteamericanos entre la
temporada de compras en Londres y el viaje a Tahití.
Esta situación injusta,
inhumana y vergonzosa es la que viven millones de americanos con la
muerte física, económica y social, siempre pisándoleslos talones
en el caso de haber contraído una enfermedad grave.
En España la situación
de quienes contraen una enfermedad grave es diferente según se esté
en el régimen general o en el de autónomos. En el régimen general
todos son ventajas ya que además de la cobertura de la baja de
enfermedad es la empresa la que se hace cargo de las cotizaciones a
la Seguridad Social y si la enfermedad se hace invalidante el
paciente accede a la invalidez manteniendo la cobertura sanitaria
universal en todo momento.
Lo de los autónomos a
pesar de tener cobertura sanitaria universal (que no es poco
comparado con los norteamericanos) es harina de otro costal. Primero
porque deben de seguir cotizando y pagando la cuota de autónomos
durante su enfermedad mientras reciben una prestación por baja
sensiblemente insuficiente para pagar las cuotas y poder vivir y
mantener a la familia y en segundo lugar porque el acceso a la
invalidez en caso de enfermedad crónica es sensiblemente más
difícil que en el Régimen General. No todo es maravilloso por estas
latitudes y que Dios te libre de contraer una enfermedad grave en el
régimen de autónomos especialmente si tienes más de cincuenta años
porque el sistema te condena al empobrecimiento progresivo de tu
familia y a tener que reducir dramaticamente las condiciones de vida.
Donostia Noviembre 2022
IZ
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