Monarquía y laicidad
Voy a referirme a la contradicción
que supone en el marco constitucional la incompatibilidad del estado
laico, los principios que defendemos y la monarquía reinante.
No hay rey
sin Dios ni Dios sin Iglesia. No hay por tanto, Rey sin Iglesia. El
uno depende del otro como legitimador de su privilegio, como
favorecedor de su voluntad y como perpetuador de su estirpe. Y la
Iglesia siempre trae detrás una cohorte de confesores e
interpretadores de la voluntad divina que indefectiblemente se
instalan en los aledaños del poder para refrendar esa indisoluble
unidad. Y así comienzan las interferencias en la laicidad del
Estado. Estas interferencias tienen un amplio abanico que va desde
la profusión de noticias y retrasmisiones de las televisiones y
radios públicas de eventos religiosos relacionados con la monarquía
hasta el status especial de la Iglesia en relación con la
financiación.
La Monarquía
es además incompatible con nuestros principios de Libertad Igualdad
y Fraternidad.
Atenta
contra nuestra Libertad tanto por el modo como nos fue impuesta como
en nuestra capacidad para enjuiciarla o combatirla pues existe de
hecho un pacto de protección sobre ella en todos los ámbitos del
Estado y de la sociedad civil. Esta monarquía concebida por Franco
en 1948 y ratificada por la Ley de Sucesión en 1969 fue uno de los
grandes chantajes del dictador que nos vimos obligados a aceptar por
la fuerza de las armas. No podemos ni debemos olvidar que el régimen
legalmente constituido el 18 de julio de 1936 era la República y que
tantos problemas de legitimidad de nuestro Estado democrático en
estos momentos provienen de los juegos malabares que se realizaron
durante la transición.
Así mismo
la monarquía es incompatible con nuestro principio de Igualdad.
Instaura en la cabeza del Estado la desigualdad por razones de clase
y consagra el más despreciable de los privilegios, el de sangre,
como sistema de perpetuación de la dinastía al frente del Estado.
Si esto no fuese suficiente establece además un fuero especial por
el cual el ciudadano Rey no responde de sus actos ante la Justicia
como cualquier otro ciudadano sino que en su condición de
“irresponsable” queda al margen de las responsabilidades que
afectan al resto de los ciudadanos. Bonito ejemplo. Para mas INRI,
arrastra consigo a toda una clase social, la nobleza, que medra bajo
su protección y que ajena a su fracaso histórico como conductora de
estos pueblos se preocupa principalmente de su vestuario para acudir
a los besamanos del Rey. Esta clase social perezosa y viciada no solo
ha traído consigo la extensión del privilegio a amplias capas de
nuestra sociedad sino que se dedica a la exhibición impúdica de sus
riquezas expoliadas al pueblo a lo largo de varios siglos por no
hablar del escarnio del sistema de remuneración del mérito.
Por si todo
esto no fuese más que suficiente, esta monarquía vulnera
flagrantemente la Constitución al discriminar a las mujeres cuyo
derecho sucesorio queda eclipsado por razón de su sexo.
Que diremos
de la Fraternidad. Como puede sentirse fraternal con sus semejantes
alguien que se cree tocado por la mano de Dios. Que mira al pueblo
desde su carroza mientras se dirige a alguna ceremonia barroca
disfrazado de caballero del santo nosequé y mientras su amantísima
esposa reparte un poco de caridad entre la plebe. Esto que aquí se
dice puede parecer desproporcionado pero a quien tenga interés le
remito a los videos televisivos de las bodas reales y de algunos
plebeyos gubernamentales con aspiraciones de trascender su condición.
Un argumento
ampliamente extendido para justificar la bondad de la monarquía es
el talante afable y poco problemático del actual monarca en
contraposición con el rosario de escándalos de la clase política.
Nadie discute aquí las virtudes personales que puedan adornar al
monarca actual ni su talante conciliador y democrático. Solo faltaba
que además no fuese así. Lo que discutimos es el derecho de un
ciudadano a estar por encima de la Ley, su derecho a ostentar la
jefatura del Estado de manera hereditaria e impedir de esta manera
que otro ciudadano en función de sus méritos pueda alcanzar la
máxima representación del país.
Donostia Abril 2019
IZ
Comentarios
Publicar un comentario