Misioneros
Quienes conocen mi compromiso con la laicidad se suelen sorprender de que defienda la acción de los misioneros cristianos en el mundo. No negaré que me gustaría que toda la acción humanitaria no fuese necesaria y que todo el planeta rezumase justicia y equidad, pero mientras llegan esos tiempos no creo que debamos desdeñar la acción de ningún grupo humano sea laico o religioso, si de lo que se trata es de llevar un poco de humanidad y ayuda a los desfavorecidos.
Hace tiempo que los misioneros realizan un apostolado basado en mayor medida en tratar de paliar las enormes deficiencias educativas y de subsistencia de los desfavorecidos y en el efecto ejemplarizante de su conducta y su trabajo de solidaridad, más que en otras formas pastorales de contenido doctrinal. Es precisamente esa dinámica de contribución al alivio del sufrimiento de tantas personas, lo que les hace ser fundamentales en el destino de aquellas sociedades.
Mi experiencia respecto al trabajo desarrollado por los misioneros, se centra en la colaboración con en las misiones jesuíticas en el Gujerat Indio y mucha menor medida con las hermanas de la Caridad en Melipilla (Chile) asistiendo a los marginados indios mapuches.
El padre Zubeldia, jesuita de Tolosa, arribó a la India al ser expulsado por los comunistas de Mao de China, entabló amistad con mi padre a raíz de una escala en Bombay de camino al Japón, en el lejano año de 1968. Desde entonces, mantuvimos con el Padre Zubeldia, una línea de trabajo y colaboración en la distancia. Algunas veces teníamos la suerte de disfrutar de la cercanía, cuando cada tres o cuatro años recibíamos su agradable visita. Solía venir de gira por su querida tierra vasca, para agradecer a "sus benefactores", como cariñosamente nos llamaba, la ayuda que recibía en India.
Hace tiempo que los misioneros realizan un apostolado basado en mayor medida en tratar de paliar las enormes deficiencias educativas y de subsistencia de los desfavorecidos y en el efecto ejemplarizante de su conducta y su trabajo de solidaridad, más que en otras formas pastorales de contenido doctrinal. Es precisamente esa dinámica de contribución al alivio del sufrimiento de tantas personas, lo que les hace ser fundamentales en el destino de aquellas sociedades.
Mi experiencia respecto al trabajo desarrollado por los misioneros, se centra en la colaboración con en las misiones jesuíticas en el Gujerat Indio y mucha menor medida con las hermanas de la Caridad en Melipilla (Chile) asistiendo a los marginados indios mapuches.
El padre Zubeldia, jesuita de Tolosa, arribó a la India al ser expulsado por los comunistas de Mao de China, entabló amistad con mi padre a raíz de una escala en Bombay de camino al Japón, en el lejano año de 1968. Desde entonces, mantuvimos con el Padre Zubeldia, una línea de trabajo y colaboración en la distancia. Algunas veces teníamos la suerte de disfrutar de la cercanía, cuando cada tres o cuatro años recibíamos su agradable visita. Solía venir de gira por su querida tierra vasca, para agradecer a "sus benefactores", como cariñosamente nos llamaba, la ayuda que recibía en India.
El autor con los padres Zubeldia y Galdós
Tuve
oportunidad, al ir tomando las riendas de los temas familiares, de
colaborar con el padre Paco Zubeldia a lo largo de la década de los
ochenta y noventa, y tuve la inmensa suerte de visitarle en el Gujerat
en el año 1997. En el curso de ese viaje, uno de los más duros en
términos humanos que haya realizado en mi vida, conocí a otro jesuita
extraordinario; al padre Galdós, otro guipuzcoano singular de los que
andan por el mundo.
Trabajan con los aborígenes indios, los adybasis. Trabajan con los leprosos y sus
hijos, con los huérfanos, con todos los desheredados de la tierra,
colaborando además, con diferentes organizaciones religiosas y laicas
que luchan contra la enfermedad y la pobreza por toda la India
Un
trabajo ímprobo para tratar de vencer los prejuicios de clase social
que han asolado la India, ha sido desarrollado por los jesuitas en esta
parte del subcontinente. Un esfuerzo sistemático para establecer un
esquema de enseñanza, aceptado por las autoridades para ilustrar a los
más desfavorecidos. También un esfuerzo por ofrecer educación a los
hijos de las élites dominantes, y transmitirles valores de humanidad
que puedan transformar este mundo en el futuro, cuando ocupen
responsabilidades. El resultado ha sido extraordinario. Médicos,
abogados y profesionales altamente cualificados, han salido de la
miseria de la casta Intocable, para convertirse en ciudadanos libres de
la India. Una contribución significativa para transformar la realidad
social y modernizar el país.
A partir de 1995, cuando nos involucramos en algunos proyectos en Chile, tuve también la oportunidad de colaborar con las Hermanas de la Caridad Vedruna de Melipilla, que trabajan para dar una salida profesional a los indios mapuches, en una sociedad como la chilena, asolada por las practicas neoliberales extremas que permitió la dictadura pinochetista y que se cebaron con especial encono en las minorías indias que quedaron sumidas en el alcoholismo y el desempleo. Desgraciadamente la madre María Arzalluz Antía, azkoitiana en tierras andinas, nos dejó en Noviembre de 1996.
Hermanas de la Caridad de Melipilla (Chile)
Un
grupo de personas extraordinarias trabajan en el mundo y por un Mundo
Mejor. Sus pertenencias caben en una pequeña bolsa de viaje. Viajan
ligeros de equipaje, con la confianza de gozar de la protección de Dios,
y viajan con el corazón llena de amor al prójimo. Como toda obra
humana, las misiones estarán sin duda, afectadas por las imperfecciones
propias del ser humano, pero en la medida que he tenido oportunidad de
conocer la realidad misionera en India, Sudamérica y África, sólo he
encontrado personas altruistas e intachables, trabajando
desinteresadamente por la mejora material, intelectual y espiritual.de
los seres humanos.
Mi pequeño reconocimiento para ellos desde la cómoda distancia de nuestra sociedad de la abundancia y la frivolidad.
Donostia Noviembre 2016
Iñaki Zuloaga
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