Carta a García
Era una expresión que solía usar nuestro padre en muchas ocasiones en las que había que hacer algo y no se sabía muy bien cómo. Un mar de icógnitas y de preguntas surgían de nuestro interior. "Carta a García" respondía él, invariablemente, y ahí te quedabas sin saber como tirar para adelante. Nunca supimos muy bien en que consistía la Carta a García, que luego quedó olvidada en nuestra memoria infantil, hasta que hace unos días mi hermana me remitió un documento que recogía la verdadera historia de la famosa carta, un episodio legendario, nacido de una pluma inquieta y que se refería a un lance de la lejana Guerra entre España y los Estados Unidos, a finales del siglo XIX.
Cuenta la historia que ante los acontecimientos bélicos que se desarrollaban en la Perla del Caribe, algunas personas del entorno del presidente de los Estados Unidos pensaron que era necesario que hubiese una comunicación entre el presidente y el General Calixto García que comandaba tropas rebeldes en el departamento de Holguín del que era natural, y que se hallaba en algún lugar de la selva cubana, lejos de cualquier contacto con la civilización.
Una de las personas del entorno presidencial que impulsaban la iniciativa, hizo un comentario decisivo al presidente de la Unión Americana. Conocía a un tal Rowan, un hombre capaz de entregar la carta a García, quizás el único hombre en la república capaz de hacerlo. Rowan fue llamado a presencia de los políticos que le expusieron la difícil misión. Llevar la Carta a García. Rowan, escuchó en sepulcral silencio, tomó la misiva en sus manos, la guardó contra su pecho y salió de la sala dispuesto a cumplir su misión. En cuatro días desembarcó en las costas cubanas. Durante quince días, luchando contra mosquitos, ciénagas y dificultades incontables, cruzó la isla, encontró a García y entregó la carta.
Selva cubana
Pero no es esta gesta intrépida, viajera y aventurera del tal Rowan, la que es necesario ensalzar aquí. No es de esa gesta de la que nace la gracia y la fuerza de la expresión "Carta a García". Cuando McKinley entrega la carta a Rowan, parecía lógico esperar una o varias preguntas. ¿Quién es el tal García? ¿Cúal es su nombre de pila? ¿Dónde podré encontrarlo? ¿Hay tropas españolas en la zona? ¿Con qué medios de apoyo contaré? ¿No hay otro tonto a mano mejor capacitado que yo para la misión? Si tal cosa hubiese ocurrido ¿Quién podría habérselo reprochado a Rowan? Nadie. Pero no. Rowan no es de esos. No quiere saber nada. No le importa ni quién es García, ni dónde está, ni que nombre de pila tiene, ni si es urgente, ni si es real. Está en algún lugar de la selva cubana en plena guerra. Rowan no se para a balbucear excusas, ni ruega que le den el encargo a otro, ni trata de escaquearse como lo hubiesen hecho el noventa y nueve por ciento de los mortales llamados a tal difícil misión. Rowan toma la carta y parte a completar su misión, sin preguntas, sin excusas, sin cobardías, sin miserias. Va y lo hace.
Pero no es esta gesta intrépida, viajera y aventurera del tal Rowan, la que es necesario ensalzar aquí. No es de esa gesta de la que nace la gracia y la fuerza de la expresión "Carta a García". Cuando McKinley entrega la carta a Rowan, parecía lógico esperar una o varias preguntas. ¿Quién es el tal García? ¿Cúal es su nombre de pila? ¿Dónde podré encontrarlo? ¿Hay tropas españolas en la zona? ¿Con qué medios de apoyo contaré? ¿No hay otro tonto a mano mejor capacitado que yo para la misión? Si tal cosa hubiese ocurrido ¿Quién podría habérselo reprochado a Rowan? Nadie. Pero no. Rowan no es de esos. No quiere saber nada. No le importa ni quién es García, ni dónde está, ni que nombre de pila tiene, ni si es urgente, ni si es real. Está en algún lugar de la selva cubana en plena guerra. Rowan no se para a balbucear excusas, ni ruega que le den el encargo a otro, ni trata de escaquearse como lo hubiesen hecho el noventa y nueve por ciento de los mortales llamados a tal difícil misión. Rowan toma la carta y parte a completar su misión, sin preguntas, sin excusas, sin cobardías, sin miserias. Va y lo hace.
Así es la Carta a García, algo que se hace sin preguntas, sin excusas, sin bobadas. Se hace y punto. Una determinación que pocos seres humanos demuestran tener y que hace a Rowan un gigante a través del tiempo.
Donostia Mayo de 2017
IZ
(¿Queréis conocer la historia literaria de la Carta a García en su totalidad?)
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Las
gentes que nunca hacen más que lo
que
se les paga, nunca obtienen pago
por
más de lo que hacen.
Elbert
Hubbard
LA VERDADERA HISTORIA DE LA CARTA A GARCÍA
El
pasatiempo literario que va a leer usted, amigo, "UNA CARTA A
GARCÍA"; fue escrito de sobremesa, una tarde, en el corto
término de una hora. Pasó esto el 22 de Febrero de 1899,
aniversario del natalicio de Jorge Washington y en Marzo del mismo
año ya se había publicado en la revista "Philistine". Fue
algo que brotó caliente de mi corazón y lo escribí tras un día
gastado en la pesada faena de excitar a infelices sumidos en los
limbos de una innacción criminal a que se tornasen hombres
auténticos, radiactivos.
"Si,
dijo mi hijo, porque Rowan fue quien en la hora oportuna, culminante,
llevó a cabo el hecho único, necesario; llevar el mensaje a
García". La
frase me hirió como un rayo. Sí, exclamé, el muchacho tiene razón:
el héroe es siempre aquel que cumple su misión, el que lleva la
carta a García. Corrí a mi escritorio y de un tirón de uno a otro
cabo, escribí: "UNA CARTA A GARCÍA".
Tan
poco caso hice a mi escrito, que fue publicado en la revista sin
encabezamiento siquiera.
La
edición salió y empezaron a llover pedidos por docena, por
cincuenta, por cien ejemplares, de la revista, y cuando THE AMERICAN
NEWS CO., pidió mil ejemplares, pregunté lleno de asombro a uno de
mis ayudantes qué era lo que en ese número de la revista levantaba
tal polvareda; con asombro oí la respuesta: "Esa historia tuya
acerca de García".
Al
día siguiente recibí un telegrama de George H. Daniels del New York
Central Railroad, que decía: "deme el precio de 100,000
ejemplares de artículo de Rowan, en forma de folleto, con un aviso
en la portada sobre el Empire State express, y diga cómo puede hacer
la entrega".
Contesté
dando el precio y avisando que la entrega se podía hacer en dos
años. Disponíamos de tan pocos elementos, que eso de imprimir
100,000 ejemplares, nos parecía una empresa temeraria. el resultado
fue que dí permiso a Mr. Daniels para reimprimir el artículo por su
cuenta. Hízolo en ediciones de a medio millón de folletos. Dos o
tres lotes de a 500,000 fueron puestos en circulación y además fue
reproducido por cerca de 200 revistas y periódicos y traducido a
todas las lenguas vivas.
En
los tiempos en que Mr. Daniels distribuía "LA CARTA A GARCÍA",
vino a los Estados Unidos el Príncipe Kilakoff, director de los
ferrocarriles rusos. Y como dicho príncipe fuese huesped del New
York Central y saliera a una gira por todo el país bajo la dirección
personal de Mr. Daniels, conoció el folleto y se interesó por él
más, quizá por ser Mr. Daniels quien lo repartía y por la gran
cantidad que vio circular, de mano en mano, que por cualquier otra
causa.
Lo
cierto del caso fue que, de vuelta a su país, lo hizo traducir al
ruso e hizo repartir sendos ejemplares a los empleados de todos los
ferrocarriles del imperio. De Rusia pasó a Alemania, a Francia, a
España; a Turquía, al Indostán, a la China...
Durante
la guerra rusa-japonesa, cada soldado ruso que iba al frente llevaba
un ejemplar de "LA CARTA A GARCÍA". Al encontrar los
japoneses el folleto en poder de todos y cada uno de los prisioneros
de guerra, concluyeron que debía ser algo excelente y lo vertieron a
su idioma. Por orden de Mikado fue repartido a cada uno de los
empleados del gobierno, militares o civiles.
Alrededor
de 40,000,000 de ejemplares de "LA CARTA A GARCÍA" han
sido impresos, siendo esta la mayor circulación que una obra, en
vida de su autor, haya logrado en tiempo alguno de la historia,
gracias a qué serie de afortunados incidentes.
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