Politicas de inclusion social en Euskadi
Podemos lo ha propuesto en su programa económico. Inmediatamente se ha desatado la polémica. ¿Sería posible la implantación de una Renta Básica Universal para los ciudadanos desfavorecidos, en todo el Estado? Les han acusado de soñadores. ¿Son estas críticas justas? En Euskadi, la Renta Básica Universal, es una realidad desde hace veinticinco años. La implantación de este sistema es un tema de recursos. Cierto. Pero sobre todo es una cuestión de voluntad política y de asunción de proposiciones profundas sobre la distribución de la riqueza.
En 1989, con el
lehendakari Ardanza presidiendo el Gobierno Vasco, las
administraciones vascas realizaron un proceso de debate sobre la
puesta en marcha de un sistema público que ayudase a prevenir la
exclusión social. Se trataba de un principio de redistribución de
renta y de justicia social que presentaba unas problematicas
importantes para su puesta en marcha tanto a nivel político como
técnico.
Tras meses de trabajo, se
puso en marcha el primer sistema de garantía de ingresos del Estado,
que se llamó Plan de Lucha contra la Pobreza (1989). Este plan
inicial, fue perfeccionándose paulatinamente hasta convertirse la Ley
contra la Exclusión Social de 1998, y finalmente se convertiría en
la Ley de Garantía de Ingresos y para la Inclusión Social de 2008,
con el lehendakari Ibarretxe presidiendo el Gobierno.
El mecanismo de inclusión
social, se llamó inicialmente Ingreso Mínimo Familiar (IMF) pasando
posteriormente a llamarse Ingreso Mínimo de Inserción (IMI), y
Renta Básica (RB), para acabar finalmente adoptando la actual
denominación de Renta de Garantía de Ingresos (RGI).
La lucha contra la
pobreza y la exclusión social siempre ha estado presente en las
políticas sociales vascas de los últimos veinticinco años, y su
efecto sobre la sociedad es evidente, cuando se comparan los indices
de pobreza y exclusion de la Comunidada Autónoma Vasca y de otras
zonas.
La RGI es una renta
periódica, vinculada a la búsqueda activa de empleo, razón por la que lo
gestiona el servicio vasco de empleo Lanbide. Permite obtener, a
las personas en riesgo de exclusión social, una renta que oscila entre el 81% del
Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y el 120% del SMI, en virtud
del número de personas dependientes de la unidad convivencial. Una
renta, como decíamos, vinculada a la búsqueda activa de empleo y
que se puede perder en caso de rechazar un empleo que le sea ofrecido
a su perceptor. Un tercio de los actuales perceptores de esta renta,
pertenecen hoy en día, a colectivos de difícil inserción en la
vida laboral. La RGI exige un periodo mínimo de empadronamiento de
tres años.
Este derecho subjetivo
reconocido en Euskadi, viene complementado con otro derecho
contemplado en el Plan de Lucha contra la Pobreza, y que plantea la
necesidad de abrir un abaníco de ayudas para cubrir necesidades de
vivienda de la población. Estas ayudas permiten complementos para el pago de hipotecas,
de alquileres o para la prevención de la pobreza energética, mediante ayudas
al consumo de energía. Este complemente se denomina Prestación
Complementaria de Vivienda (PCV). Este complemento, compatible, por
tanto con la RGI, alcanza un importe de 250 Euros mensuales.
Finalmente, el sistema de
Inclusión social vasco, contempla las llamadas Ayudas de Emergencia Social (AES) que son prestaciones puntuales a personas con dificultades, y
que se conceden en función de una valoración que realizan
los trabajadores sociales, que certifican la existencia de una
situación de necesidad. Estas ayudas tienen la consideración de
herramienta preventiva de la exclusión social, y se gestionan desde
los ayuntamientos. Pueden estar destinadas a pagos de arrendamientos,
coarrendamientos, subarriendos, hospedajes, pupilajes, mantenimiento de
vivienda, necesidades primarias y extrema necesidad.
El mapa vasco de Prevención de la Pobreza y de la exclusión social se vería
completado por la Ayudas de Garantía de Ingresos (AGI) que es una variante de la RGI, con seis meses de empadronamiento, que se otorga en
Gipuzkoa y que no comentamos por su similitud. Finalmente estarían los complementos
forales, que las diputaciones conceden a colectivos vulnerables, como
viudas y pensionistas y que pueden ayudar a complementar sus rentas
hasta con doscientos euros al mes.
Esta realidad de los
servicios sociales en Euskadi, se ha visto salpicada por las
polémicas suscitadas por el Alcalde de Vitoria-Gasteiz, y por algunas
irregularidades detectadas en los pagos de RGI que han producido una
oleada de cartas exigiendo la devolución de ayudas erroneamente
pagadas o devoluciones de cobros indebidos. Todo ello, ha ayudadado a
poner bajo sospecha esta herramienta fundamental de la redistribución
de la renta y de la justicia social, que previene la aparición de
dos realidades, una rica y otra pobre, dentro de nuestra sociedad, ya
de por si castigada por la desigualdad por la crisis económica.
Lo primero que hay que
decir es que cualquier irregularidad o problema que pueda dar este
sistema, habrá de corregirse, pero no debe usarse para reivindicar
su desaparición, en el nombre de no se que insensateces
neoliberales. La economía, al igual que los demás dominios
sociales, debe de estar presidida por el principio de servicio al
ser humano, a los ciudadanos. El bien común debe presidir toda la
acción gubernamental y en el desarrollo de ese principio, las políticas de
distribución de renta y de justicia social son básicas. Ese avanzar
juntos del lehendakari Urkullu, no puede ser, y de hecho no es en
Euskadi, una frase retórica. Y en reconocimiento justo hay que decir
que no lo fue para los lehendakaris que le precedieron y que siempre
estuvieron comprometidos con estos principios. Si hay abusos
persíganse. Si hay errores corríganse.
En segundo lugar me
parece importante señalar que esta herramienta social sirve para lo
que esta diseñada, para prevenir la exclusión social. Lo digo
porque he discutido con varios ciuadadanos sobre una caracteristica
de la RGI que es interpretada como una discriminación. Un jóven de
origen extranjero que cumpla los diversos requisitos de la RGI, puede
percibirla ya que el sistema no puede asignarlo a una unidad
convivencial existente. Para un jóven de la Comunidad Autónoma esta
posibilidad no existe ya que al estar asignado a una familia no se
le reconoce este derecho a percibir la prestación. Personalmente comprendo el malestar que
esta situación puede producir, pero creo que el objetivo de una
política de prevención de la exclusión no puede mezclarse con las
necesidades de emancipación, cuya reivindicación por nuestros
jóvenes considero justa y legítima, y que seguramente necesitan de
la creación de una herramienta específica para facilitarla.¿No es posible?. También lo dicen por ahí de la RGI. Miremos a Europa, allí hay buenos ejemplos. Nuestros jóvenes lo agradecerán y nuestra sociedad también.
Donostia Diciembre 2014
IZ
No estaría mal una cosa semejante en España
ResponderEliminarMe alegro de que la tengáis en Euskadi
Me parece muy acertado lo de que hay que enmendar y no usar los errores para hacer desmanes neoliberales, el problema está que en quien propone este tipo de cosas, a rebuzno limpio, ni siquiera sabe lo que es pedir una ayuda de estas y se piensa que se dan como sobres en su partido.
ResponderEliminarEn cuanto a las unidades familiares, en Navarra, que también tiene su sistema propio, nosotros no podemos optar a la ayuda familiar ya que no tenemos cargas familiares y somos pareja de hecho. Como bien te dije en una de esas cenas distendidas que tenemos nos obligan a casarnos aunque los matrimonios sin hijos estamos "penalizados" por la hacienda foral. Es irse de Guatemala a guatepeor.
sigue así, un abrazo
Quien pillara lo que teneis en Euskadi aqí por Cadiz..........
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